Para imaginar alternativas, las prácticas habituales no abonarán a la solución del problema. Si las Juntas llevan muchos sexenios tomando malas decisiones, el gremio litigante también tiene su parte de corresponsabilidad. Pero ahora será indispensable reducir el número de audiencias por día ante el imperativo de continuar con el mayor distanciamiento posible, por lo que es necesario eficientar aquellas que sí se desahoguen. La lamentable costumbre de “enfermar” continuamente a las personas que comparecen no puede seguir igual, como tampoco puede continuar esa insana práctica de proponer pruebas testimoniales que casi siempre terminan por declararse desiertas (tras innumerables vueltas a lo tonto acometidas por personal de la policía) o hasta desistidas por los propios oferentes, y que suelen ser uno de los principales motivos de dilación de los juicios. Las “chicanas” contribuyen enormemente al atasque de los juicios, y ahora es una cuestión de salud para todos el que esas chicanas se reduzcan. En el mismo sentido e idealmente, las audiencias deberían ser de entrada por salida, sin rollos de por medio. Es indispensable, entonces, que también la actitud y las estrategias de litigio se modifiquen ante esta emergencia sanitaria.
En consonancia con las propuestas de los textos previos (7, 8 y 9), los litigantes tendrían que entender que en los próximos meses la situación no puede volver a donde nos encontrábamos en marzo y que por ello su buena disposición es indispensable para conseguir que algunas cosas avancen. Si, por ejemplo, los litigantes consideran que es un derecho inmodificable que oficialía de partes reciba todo su cúmulo de demandas o promociones que presenten de inmediato como siempre ha ocurrido (una fila de una mañana y listo), no hay espacio de maniobra. Todos debemos de contribuir al cuidado de la salud de todos, y por ello no hay otra opción para evitar aglomeraciones que la de programar con más minucia las actividades de las Juntas. Puede ser más engorroso y causar más fastidio, pero las circunstancias nos obligan a explorar este camino.
Otro tema complicado será el de las fechas de audiencia. Cada día solían agendarse decenas de audiencias, por lo que si una se demoraba, ello causaba retraso en las otras y hacinamiento en los espacios de cada Junta. Esto no puede permitirse ni debe suceder desde un punto de vista sanitario, por lo que necesariamente las audiencias se espaciarán más en el tiempo. La postura tradicional ante esto ha sido la de promover amparos indirectos por dilación en el procedimiento. En este nuevo escenario, seguir esa misma estrategia implicaría entonces generar otra vez una situación de hacinamiento en los reducidos espacios de las Juntas, lo que de nuevo nos pone en riesgo a todos. Debido a que en México la aplicación de pruebas de detección de COVID-19 escasean, no es posible saber cuántos de nosotros portamos el virus de forma asintomática, por lo que la “sana distancia” debería continuar. Este distanciamiento, sin embargo, sería incompatible con unas salas de audiencia repletas de gente. Por ello, los litigantes deberán entender que, ante la inexistencia de espacios físicos suficientes para retomar actividades conforme a lo habitual, existen dos principales opciones: (i) esperar las audiencias más espaciadas y contribuir a que las mismas se desahoguen evitando incurrir en chicanas y (ii) explorar, en conjunción con las autoridades, la posibilidad de llevar a cabo algunas actuaciones por medio de tecnologías de la información, posibilidad ésta que exploraré con más detalle en los siguientes textos.
En resumen, este escenario exige de todos que repensemos nuestros modos de actuación. Cierto, habemos muchos funcionarios indolentes e incapaces de desempeñar bien nuestro trabajo. Pero no menos cierto es que también hay muchos litigantes inescrupulosos y ajenos al bien colectivo. Unos y otros debemos por ello de tener la habilidad de adaptarnos a este nuevo entorno, priorizando siempre nuestra propia salud y la de los nuestros.
[Publicado originalmente el 13 de mayo de 2020 aquí]