Me parece que, por fin, sí. Ya estamos a unos meses de que en 10 entidades federativas empiece el nuevo sistema de justicia laboral, lo que de suyo es esperanzador. Y lo es porque ya era imperioso modificar las reglas de nuestro mundo laboral, un mundo caracterizado por la informalidad, el outsourcing, los contratos de protección y en general una simulación que abarca tanto el área individual como la colectiva. Esta simulación ha sido una de las bases que nos permite entender el enorme avance de la precarización de nuestra vida laboral.
Nuestra nueva arquitectura institucional laboral gira en torno a tres ejes: generar dinámicas sindicales auténticas que empujen la mejora de las condiciones laborales, impulsar la eficacia de la conciliación y transferir a los poderes judiciales (federal y estatales) la resolución de los conclictos laborales. Sin embargo, ninguna de estas estrategias va a rendir frutos si quienes las operamos (principalmente, juzgadores y litigantes) no modificamos nuestras prácticas y repensamos nuestro quehacer. Por ello, más que festejar algo, quiero aprovechar el día del abogado para poner sobre la mesa algunos de los temas en los que tenemos que cambiar:
1. La cultura del copy-paste. Tanto juzgadores como litigantes estamos pésimamente acostumbrados a operar con formatos. Yo inicié a laborar en 2004, y ya entonces escaseaba la enseñanza institucional y abundaban las exhortaciones a apegarme a los formatos. El efecto más pernicioso de esta mala práctica ha sido la dificultad que casi todos tenemos a la hora de explotar las características específicas de un asunto o enfrentar un problema o planteamiento novedoso: no sabemos qué hacer o lo que queremos hacer como siempre. Nuestra imaginación se ha achatado y la uniformidad impera. Incluso, cuando alguien rompe el molde de alguna manera su propuesta se copia o se retoma de forma acrítica y se empieza un nuevo ciclo de repeticiones que muchas veces no tienen sentido.
2. Los juzgadores tenemos que priorizar ahora el servicio, no lo que quieren nuestros superiores. Una de las dinámicas más dañinas de las Juntas (y que de hecho abunda en prácticamente todas nuestras instituciones) es que lejos de pensarse en cómo mejorar el servicio pensando en los usuarios, suele privilegiarse lo que quieren los superiores. Y esta clase de caprichos van desde (i) pedir que se recabe cierta cantidad de dinero que luego hay que reportar (como sucede, por ejemplo, con los cuerpos policiacos), (ii) favorecer a despachos, empresas o dependencias determinadas, y (iii) hasta situaciones de acoso sexual o colocación de amigos y “ahijados”. Si no se eliminan estas prácticas, de poco servirá mudar la impartición de justicia laboral de un poder a otro.
3. Los litigantes tenemos que escuchar mejor a nuestros representados, estudiar y hacer mejores planteamientos. A pesar de que tanto trabajadores como patrones tienen mucho qué decirnos a fin de explicar sus situaciones, muchas veces los postulantes se limitan a recabar información tradicional sin empaparse bien del asunto, lo que a su vez les impide poder conocer cómo defender mejor a los clientes. Las acartonadas estrategias de siempre no pueden ser las mismas en un escenario procesal en donde los jueces examinarán de primera mano los hechos y las pruebas. Esto exige, a su vez, una mayor dosis de estudio e ingenio para prosperar en este nuevo proceso.
4. Juzgadores y litigantes tenemos que auxiliarnos con otros profesionales. En materia laboral, la explosión del teletrabajo hará ya imposible seguir rehuyendo de las pruebas tecnológicas, lo que implica para los operadores jurídicos la necesidad de estudiar esos temas para entenderlos y luego usarlos de la mejor manera en un juicio, así como de una colaboración mayor con ingenieros y toda clase de expertos informáticos. La llegada de la NOM-035 y las obligaciones para generar entornos organizacionales saludables harán más necesaria la colaboración con expertos de estos temas, como los psicólogos especializados en el área. Por si fuera poco, si la vida sindical deja de ser simulación en la mayoría de los casos, el litigio colectivo requerirá mayores habilidades, pues habrá que acercarse a las fuentes de trabajo con otras miradas en donde médicos, sociólogos, ingenieros o cualquier otro tipo de especialista puedan ayudar a comprender las especificidades de los centros de trabajo y con ello su regulación colectiva.
5.- Los litigantes tenemos que reevaluar nuestras prácticas comerciales. Con esto me refiero a que el pastel suele repartirse muy mal en términos de tiempo, cargas de trabajo y dinero, lo que ha contribuido a que muchos colegas apenas puedan sobrellevarla económicamente y muchos otros vivan estresados y ansiosos. En la materia laboral, abundan dos tipos de despachos: las grandes firmas y los abogados que operan por su cuenta. En el caso de las grandes firmas, los engorrosos modos de desahogar audiencias de las Juntas así como sus tardanzas han hecho que se envíen a las audiencias a pasantes o abogados jóvenes deseosos de aprender pero faltos de experiencia; por otro lado, quienes tienen experiencia rehuyen ya el desahogo de audiencias y hacen más labores de oficina o sociales. Al mismo tiempo, los ingresos suelen estar demasiado concentrados en la cúspide, lo que obliga a los litigantes jóvenes a buscar sus propios caminos.
Los despachos de uno o unos pocos abogados luchan por obtener clientela y muchas veces ofrecen sus servicios con tarifas más bajas, lo que termina repercutiendo en el abaratamiento del servicio en general; al mismo tiempo, una pandemia como en la que nos encontramos provoca mayor inestabilidad en los despachos pequeños (que suelen ir más al día y que generalmente no cuentan con empresas poderosas como clientes), lo que redunda en su precariedad y en la desestabilidad emocional de los colegas. Lasimágenes siguientes muestran la opinión de un colega español, lo que permite apreciar que el fenómeno no es exclusivo de nuestro país:
Todos estos fenómenos no son exclusivos de México ni de la materia laboral, pero me atrevo a señalarlos desde esta rama del derecho porque los conozco de primera mano. En el caso específico de los profesionales del derecho que nos dedicamos a la rama laboral, son tiempos de cambio. Urge que aprovechemos la oportunidad.
[Publicado originalmente el 12 de julio de 2020 aquí]