De acuerdo con los hallazgos de estudios realizados en México encabezados por el Dr. Pando, se encontró que 8 de cada 10 personas trabajadoras en el país en algún momento de su actividad laboral habían sido maltratadas o habían sufrido de violencia laboral.
Definitivamente, duele saber que el 80% de quienes trabajamos hemos sufrido de violencia laboral. Yo tampoco he escapado de esta dinámica pues he sido víctima de violencia en el trabajo y no he hecho nada al respecto ya sea por miedo al violentador, temor a perder el empleo, justificación de la acción hostil o bien por la generación de sentimientos de culpa que en muchos de los casos son producidos por los mismos agresores para disfrazar y manipular sus acciones hostiles hacia los colaboradores, que al final del día no hacen nada al respecto y lo dejan pasar asumiéndolo solo como un mal día en el trabajo.
Desde la perspectiva que en todas las concentraciones humanas se gesta y alimenta una cultura, para el caso de los escenarios laborales no ocurre algo diferente.
Cada centro de trabajo desarrolla una Cultura que se alimenta cotidianamente de quien la vive: el pensamiento, la dinámica entre los integrantes de la organización y más incisivamente el lenguaje, son elementos que terminan por forjar o materializar una Cultura determinada.
La práctica de la cultura organizacional surge justo en el acto y en la palabra. Por esto es que resulta de vital importancia desarrollar el análisis de la cultura en las organizaciones ya que sin darnos cuenta podríamos estar alimentando un espacio cargado de violencia psicológica o de género por ejemplo, y otras personas podrían estar sufriéndolo.
Los integrantes de las organizaciones en muchos de los casos o son víctimas o victimarios y muy probablemente ni conciencia tienen de ello ya que de alguna manera la violencia forma parte de la cultura del centro de trabajo.
Sin embargo, no nada más eso es lo alarmante, ya que además de seguir alimentando y/o padeciendo los actos violentos entre los integrantes de la organización, muy probablemente se estén desarrollando manifestaciones o “ecos” de esta victimización, ya sea con una desaceleración en la productividad a nivel macro o bien con un deterioro en la salud física y psicológica de las víctimas tanto primarias como secundarias.
Desafortunadamente cuando la situación se sale de control, la huella psicológica generada y la afectación a nivel psicológico y emocional se incrementa, marcando en cierta medida la historia de quien la padece.
En muchos otros casos, las víctimas no solo sufrimos despidos injustificados, sino que nos quedamos con un mal sabor de boca al estar conscientes de lo que aguantamos en nuestros centros de trabajo, ya sean gritos, humillaciones, malos tratos, caras, calumnias o cualquier otra serie de actos que nos hayan hecho sentir mal. Al final, nos damos cuenta que soportarlos no ha valido la pena porque a fin de cuentas nos hemos quedado sin empleo y con la huella psicológica del maltrato.
Como podemos leer, este tema tiene varias aristas que poco a poco iremos comentando con el afán de visibilizarlas así como para crear conciencia de los actos vividos y la importancia que tienen, sin minimizarlos de primera instancia.
En la realidad que estamos viviendo resulta de suma importancia crear espacios en donde las personas puedan ser escuchadas; espacios donde se les dé valor como personas e importancia a lo que han vivido.
En Justicia Laboral XXI somos conscientes de la problemática que muchas personas han padecido o están viviendo actualmente. Esta situación es una de las razones de ser de este espacio, pues aquí puedes encontrar quien te escuche, quienes te pueden ayudar a cuidar tu bienestar mental y físico, quien te puede asesorar y representar legalmente si es el caso; somos un equipo de especialistas que puede hacer equipo contigo también, si así lo deseas.
Si las cosas no marchan bien, estamos para apoyarte.