La reapertura gradual de los Juzgados, Tribunales y Juntas de Conciliación y Arbitraje en todo el país está ocurriendo de forma similar: actividades escalonadas, citas para acceder a las instalaciones y disminución de las personas cuya asistencia se permite a las audiencias. La reducción de la “densidad humana” en los edificios es un elemento indispensable para reducir riesgos sanitarios, pero trae aparejada efectos colaterales, algunos de ellos que afectan a los más jóvenes practicantes del derecho, los pasantes.

En el ámbito de la justicia laboral, debido al retardo de los juicios, del desahogo de las audiencias y en general de la mala gestión que las autoridades hacemos del trámite de los procesos, los pasantes juegan un papel importante pues son quienes suelen andar “correteando” las notificaciones, quienes checan si las audiencias están preparadas y en general quienes apoyan a los abogados titulares con el desahogo de los procesos. Son quienes sufren de primera mano la burocracia.

En el día a día, los largos tiempos muertos o de espera que enfrentan los litigantes durante el desahogo de las audiencias o diligencias son los espacios propicios para transmitir ciertos conocimientos a los pasantes: desde mostrarles para qué sirve cada área u oficina hasta compartirles los chismes del foro y la institución, pasando por la explicación de las estrategias jurídicas (o no tan jurídicas).

Sin embargo, en este nuevo escenario esos espacios se reducen casi totalmente, pues los pasantes ya no podrán acompañar tan fácilmente a sus jefes o titulares del despacho. Si de por sí la labor de enseñanza práctica del derecho tiene muchos problemas (¿quien enseña? ¿cuánto sabe quien enseña? ¿qué se enseña? ¿qué vicios de la práctica se retransmiten?), esta labor se tornará más lenta durante al menos un año (es decir, los meses que ya llevamos de cierre más los siguientes en que las labores se reanuden con “normalidad”).

A la par de lo anterior, todos tenemos que aprender a adaptarnos a este nuevo entorno, fenómenos ambos que provocan que el proceso de enseñanza-aprendizaje tradicional con quienes se incorporan a la práctica del derecho sufra también retrasos, modificaciones o suspensiones. Desde luego, no todas las tradiciones son dignas de ser mantenidas por sí mismas. El modo tradicional en que se han sumado los pasantes a la práctica del litigio sufrirá modificaciones también. Que sea para bien o para mal, dependerá de quienes les “enseñamos”. Como ocurre con el desempleo, los jóvenes (en general) están llevando las de perder.

[Publicado originalmente el 25 de agosto de 2020 aquí]

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