Un caso de acoso sexual masculino en el trabajo

Hemos hablado ya de la cultura organizacional y lo que implica dentro de las relaciones sociales que se desarrollan en los centros de trabajo, y hemos expuesto también un caso de violencia laboral o mobbing severo que dejó huella psicológica considerable en la víctima. Pues bien, ahora toca el turno al acoso sexual que sufren los hombres en el trabajo, que si bien no es una práctica tan común como el que padecen las mujeres, es importante visibilizarlo con el afán de evitar la re-victimización que pudiera generar la indiferencia ante los casos existentes en México, país con una cultura machista en donde este tipo de eventos queda aún más velado por el temor o la vergüenza que puede generar el reconocerse víctima de acoso sexual en donde la figura de macho alfa se esfuma. La representante de la ONU mujeres Belen Sanz reconoce que a pesar de ser en menor escala los hombres también son víctimas de acoso y violencia. A continuación se exponen unas líneas sobre un evento de acoso sexual sufrido por un hombre.

El empleado acosado tiene 31 años y es maestro en planeación estratégica de negocios. Inició su vida laboral en un negocio particular dedicado a la comercialización de productos; desde su ingreso al centro de trabajo fue tratado con respeto ocupando una posición privilegiada a diferencia de los empleados que tenían ya más tiempo en la organización. Con el paso del tiempo debido a su compromiso y disposición total al trabajo lo fueron ascendiendo hasta ocupar el cargo de subgerente de una de las diversas sucursales de la marca.

Fueron pasando los años y las demandas de disposición de tiempo de lunes a domingo se hicieron presentes, el jefe directo y dueño de la marca empezó a solicitarle que hiciera actividades fuera de su horario laboral relacionadas con actividades de ocio junto a él. Al mismo tiempo se presentó un asedio telefónico por un lado con una supervisión extrema de ubicación y actividades que estaba desarrollando, y por el otro lado en el envío de imágenes y mensajes de buenos deseos y “dulces sueños” a deshoras de la noche.

Por su parte el empleado se limitaba a cumplir con las indicaciones que su jefe le asignaba, iniciando una relación de sometimiento ante una figura de autoridad que representa el jefe, desarrollándose un ejercicio de poder en el trabajo: al empleado se le contrata para obedecer.

La intensidad de los mensajes, vigilancia y “confesiones” fue incrementando al punto de recibir por parte de su jefe una confesión de gusto y deseo sexual hacia él, haciendo un recuento de lo que le hizo sentir y la impresión que le generó desde el primer día de su llegada a laborar en la organización. Eventos que se muestran con una tensión y carga emocional elevada que evidentemente, además de las responsabilidades de su posición, incrementó los estados de alerta del trabajador y con ello los estados de estrés relacionados con el trabajo.

La dinámica laboral con su jefe se redujo a una connotación sexual, en donde la fantasía y el cortejo se volvieron la constante de todos los días, tornándose una relación de asedio o mejor dicho, de acoso.

Diariamente el empleado recibía por parte de su jefe mensajes, imágenes sexuales masculinas de orgías o sexo oral masculinas, stickers de miembros viriles, posters de modelos masculinos a lo que el empleado solo se limitaba a responder “paso” o “qué asco”. Le llegó a responder esos mensajes con imágenes de modelos femeninas diciéndole y haciéndole ver sus preferencias sexuales, sin embargo es posible apreciar la tensión y estrés en donde el empleado llevaba a cabo su actividad laboral.

Su jefe pidió al área de marketing que le tomaran unas fotos para hacer unos espectaculares con el rostro del empleado para utilizarlos como publicidad de su negocio asegurando que con su “hermosa cara iban a incrementar considerablemente las ventas”, afirmaciones que para el empleado le eran incómodas, sin embargo no se negaba ya que eran instrucciones directas de su jefe.

Se le giró la instrucción de que los domingos tenía que llegar a casa de su jefe para compartir un rato de relax y tomarse unos tragos a solas. El empleado fue un par de veces hasta que un día su jefe, ya ebrio, se fue sobre él y le puso la mano en la pierna, él se la quitó, lo quiso abrazar y él se levantó y se fue.

Recibió la instrucción, también, de que en su día de descanso debía darles el servicio de chofer y acompañante, justificado con la confianza que le tenía la familia, sin embargo es evidente que lo que se buscaba era absorber su tiempo y disposición absoluta por parte de su jefe.

Estos eventos de acoso e insinuaciones sexuales fueron mermando la salud mental del trabajador, quien empezó a tener problemas de sueño y alimenticios, se desarrollaron en él sentimientos de inseguridad y ciertos rasgos paranoides ya que también descubrió que era observado por medio de las cámaras instaladas en la sucursal de la que era responsable. Todo esto alteró su estabilidad emocional, psicológica y social, desconfiando y dudando de cualquier comentario que se le hacía en su entorno laboral.

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