En el texto anterior hablamos de la cultura organizacional y la relación que ésta tiene con los escenarios laborales en donde, de alguna manera pueden presentarse casos violentos para con l@s emplead@s. En este sentido, quisiera compartir un caso con la intención de visibilizar la dinámica en los espacios que actualmente ocupan gran parte de nuestra atención y tiempo, los espacios laborales.

Se trata de una mujer de 40 años que llega a trabajar al sector académico debido a la experiencia en campo que tenía respecto a la promoción de proyectos comunitarios de apoyo a ciertos sectores marginados de la sociedad.

A raíz del bagaje en su conocimiento y la puesta en práctica de ellos, desde que se sumó al sector educativo se le asignó un cargo de jefatura, que sería el inicio de su caótica permanencia en la institución.

Impulsa proyectos de comunicación y atención a la comunidad en donde se muestra comprometida e interesada en la generación de algún impacto o beneficio en su participación en la organización así como en los grupos marginados que estaba atendiendo. Realizó también difusiones mediante programa de radio local que poco a poco fueron llamando la atención de otros integrantes de la organización a la que pertenecía.

Sus superiores empezaron a solicitarle proyectos que refiere “le fueron robados” al mismo tiempo de envolverla-manipularla ofreciéndole una dirección en una secretaría, promesa que no se cumplió y contrario a eso la empezaron a aislar hasta el punto de proponerle o mejor dicho, mandarla a otra sección para ocupar un puesto diferente.

Además de su traslado forzoso a otra dependencia, se le modificó su posición laboral y peor aún, cuando asumió su cargo en las nuevas instalaciones, sin el afán de ofender o menoscabar, le asignaron trabajo de secretaria, actividades que como se terminó aceptando. Luego, con toda la proactividad que puede generar la llegada a un nuevo espacio laboral, empezó a desarrollar proyectos comunitarios que por una u otra razón le fueron bloqueados por su jef@ direct@.

Poco a poco se fue percatando de la dinámica que se estaba entablando entre ella y el “gang” o pandilla (término que hace alusión a los grupos de personas que se forman dentro de los centros laborales, provocando hacerse más fuertes entre unos así como más débiles o presas a otros) de la que evidentemente, no formaba parte, volviéndose así el objeto de ataque de sus compañer@s de trabajo.

Todas y cada una de las innovaciones que proponía eran negadas y/o bloqueadas, las actividades que reportaba a sus superiores le implicaban malos tratos, gritos o muecas despectivas hacía ella, no existió ningún tipo de reconocimiento por el compromiso demostrado, ni mucho menos valoración de su esfuerzo. Además, existió un nulo apoyo o guía para el desarrollo de sus actividades laborales.

Adicional a este escenario ríspido, los superiores le forzaban a repetir “N” veces las actividades que realizaba, como una especie de desgaste generador de agotamiento psicológico y emocional posicionándola en un círculo vicioso sin salida, ni mucho menos fin.

Empezó a recibir amenazas y fechas límitede cumplimiento de actividades o elaboración de proyectos que entregaba en tiempo y forma a pesar de lo cual nunca recibió retroalimentación de los mismos, acciones recurrentes que lo único que buscaban era minarla psicológicamente. En cuanto a sus actividades laborales se trata o se le ninguneaba o se le ignoraba, como una especie de armado de teatro en donde de una o de otra forma ella siempre quedaba mal.

Con lo antes expuesto resulta evidente la perturbación en el cumplimiento de su actividad en el centro de trabajo. La violencia laboral además de los malos tratos y bloqueos, puede también estar relacionada con la indiferencia o aislamiento del personal, de una o de otra forma se consigue lo mismo: el exilio de la persona trabajadora mediante el maltrato psicológico ya sea con violencia manifiesta a través del acto o con el aislamiento, que a fin de cuentas es igualmente violento.

La trabajadora fue aislada físicamente de las oficinas administrativas y académicas, e incluso recibió la orden de ocupar un cuarto en otro edificio a un lado del centro de cómputo en donde tenía dificultades de iluminación, ventilación y conexión que influían en el adecuado cumplimento de sus actividades.

Este aislamiento también le generó un aislamiento social con sus compañeros de trabajo, se hicieron rumores en torno a ella y su eficacia en el trabajo, se le excluyó del grupo de whatsapp de la organización y se le aplicó la “ley del hielo” por parte de tod@s sus compañer@s; mientras que un@s colegas la veían con lastima, otr@s la veían con desprecio por ser la “apestada”, calificativo que ella misma asumió.

Este escenario y relaciones interpersonales violentas empezaron a generar en la empleada alteraciones a nivel físico, psicológico y emocional, presentando trastornos alimenticios por exceso de apetito, disomnias o trastornos de sueño, introversión e inseguridad, alteraciones en su autoimagen y autoestima volviéndose una persona insegura y débil. Generó también, severas dificultades en sus relaciones interpersonales afectándose de esta manera su aspecto cognitivo, afectivo, social y laboral como consecuencia de lo vivenciado en la esfera del trabajo.

Todo lo anterior nos lleva a enunciar la siguiente conclusión: entornos laborales enfermos generan trabajador@s enferm@s. Lamentablemente, esta es una historia que dista mucho de ser un caso aislado en los contextos laborales actuales.

Si te has sentido identificad@, acércate. Podemos ayudarte.

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